martes, 4 de octubre de 2016

Ciclando

Nadie te dice lo difíciles que son los cierres, las últimas frases. Nadie te prepara para afrontar esas situaciones abruptas de cambios a 360, a esos que te lleva la vida. Podes presumirlo, cuando, por ejemplo, al terminar un libro te quedas con esa sensación mixta de profundo placer, de reflexiones que viajan a una velocidad mayor que tu capacidad de escribir, te inundan ganas locas de releerlo... Pero al mismo tiempo, te invade un vacío existencial porque ya no va a ser ese libro el que ocupe lugar y pese adentro de tu mochila, ni el que te devuelva minutos cada vez que pasas sus páginas al abrirlo y leerlo. Pero, de todos modos, uno se expone a estos riesgos, y lee un libro, y después otro, y otro... Se supera, eventualmente.
No obstante, insisto. Nadie te advierte lo cuesta arriba que se hace la carrera hacia el final, ahí cuando ves la meta a lo lejos y ya te estás quedando sin pulmones en el aire y sin corazón en la sangre.