lunes, 14 de julio de 2014

Gira y rueda, gira y rueda

Shampoo. Batir hasta que la espuma cubra todos los cabellos, uno por uno. Enjuagar. Repetir, una y otra y otra vez hasta que brille como el sol, o hasta que no reste un cabello más por enjabonar. Quizá si uno bate con mucha fuerza puede llegar a lavar las ideas, pensaba él mientras se duchaba, por segunda vez, en aquél mismo día. Miraba las manecillas del reloj, esperando que pasen las horas sin que las agujas se movieran, él se había convencido que estaba funcionando mal, razón por la cual fue a comprarle cuatro pares de pilas y se las cambiaba rigurosamente cada vez  que le pasaba lo mismo. Y todo apuntaba al mismo norte, el tiempo era algo relativo para él, distinto que para los demás que lo rodeaban, y así era que volvía a sentir la necesidad de enjabonarse el pelo. Pero sólo así no parecía estarle funcionando; cuatro, cinco, seis veces... Nada era suficiente para borrar de su cabeza aquello que lo molestaba sin siquiera saber qué era eso que lo afligía a cada instante. Cuando miraba el reloj, éste era el causante de sus males; cuando no, lo era la calle, la gente, los autos.. El mundo. 

Giraba todo, giraba, todo todo menos él, que deseaba mantenerse al margen, porque cuanto más y más giraba, más necesitaba lavarse la cabeza, y no podía ser que hubiese gastado casi dos botellas grandes de shampoo en menos de una semana. Su economía no se lo permitía, y mucho menos podía osar dejarse la cabeza sucia por más de lo que serán dos o tres horas, porque si así hacía, la suciedad empezaba a atravesar las raíces de los pelos, de cada uno y de todos a la vez, y así como entraba por la piel iba a llegar más allá, hasta asentarse en algún lugar donde ya no podría lavarla y la sola idea de pensarlo le incomodaba y le molestaba. Haciendo memoria creyó recordar que su padre hacía lo mismo, después de lo cual su madre lo había llevado a un lugar donde sólo se lo podía visitar en ciertos horarios, sin objetos cortopunzantes y sin ningún material que le llevara información del exterior, no supo nunca por qué... 

Pero ahora estaba empezando a considerar la posibilidad que él también estuviese en aquél lugar... ¿Sería así? Habrá sido su esposa, quizá, la que lo llevó allá... Pero no estaba seguro aún de saber si estaba por allá o estaba por acá, vagando en busca de un refugio en donde no hubiera cosas que lo incomodaran... Buscando un rincón donde volver a lavarse la cabeza. Frotaba y frotaba, cerraba los ojos y se enjuagaba con fuerza, lo repetía, sentía picazón incesante, y ardor... ¿Le estaría sangrando de la limpieza? No parecía darle relevancia alguna, puesto que no podía dejar de hacerlo, una y otra vez más, de nuevo repetía todo en su cabeza. Hasta que empezó a girar, y mirar el reloj. Creyó que si era él el que giraba podía incomodar a las agujas del reloj y conseguir que éste funcionara, así tendría un problema menos por el cual preocuparse. El reloj no se movía, no se modificaba, no se inmutaba con sus giros. Se lo llevó al baño, a lavarle la cabeza al reloj, podía ser que así sí decidiera arrancar, para no frenar... Como la vida y el baño para él... Era el principio de algo que no tendría fin, y eso ya era sabido antes de que comenzara, y lo que más lo inquietaba era saberlo, puesto que era tan consciente de que iba a empezar como de que no iba a poder detenerse. Era como un trompo, que hacía y hacía sin medir ni saber por qué.

De a cuenta gotas racionó el shampoo, para sentir que éste le duraba más y más, sobre todo ahora que tendría que compartirlo con el reloj, quien parecía usar el doble por día. Lavaba y lavaba para no pensar, sin darse cuenta que de tanto hacerlo no podía dejar de pensar en que debía continuar haciéndolo, una y otra vez, hasta que se vaciara el tarro y tuviera la necesidad de salir al mundo exterior para reponerlo y continuar con su espiralada vida que griaba y giraba en torno a una bañadera vacía con tarros y tarros de shampoo, también vacíos.